Petrona Martínez la gran cantaora de bullerengue logró convertirse en unas de las figuras más importantes de la música tradicional colombiana.
La industria musical de todo el mundo está dominada por figuras masculinas. Según Quiñones, reportera de la ONU, hasta 2019 la participación femenina en la industria musical solo alcanzaba el 30%. Por eso, puede sorprendernos cuando son mujeres las que ganan premios, van a giras o se convierten en las más escuchadas de un tipo de música en específico. Además, las mujeres tradicionalmente son figuras de músicas como el pop, donde tienen una tasa más alta de participación -el 42% de los artistas de pop son mujeres-. Así que puede parecernos doblemente sorprendente cuando es una mujer, cantante de ritmos tradicionales, latinoamericana, quien se vuelve una artista de talla mundial. Nuestra protagonista del día: Petrona Martínez.
La gran cataora de bullerengue
La maestra Petrona es cantaora (cantante) de bullerengue. Así que tal vez deba comenzar explicando qué es este ritmo.
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El bullerengue es un ritmo musical, pero también bailable. De hecho, los autores que se han dedicado a estudiar el bullerengue no se ponen de acuerdo sobre si es un tipo de música o un tipo de baile, ya que están profundamente relacionados el uno con el otro. Es una música/baile de origen afroamericano, producto de la herencia de la cultura africana importada en época de esclavitud a la costa Caribe colombiana.
El bullerengue nace en los palenques, los territorios donde los cimarrones, los esclavos que escapaban de los centros de producción, formaban nuevas aldeas y enclaves con sus familias. Es una música de tradición oral. Hasta el siglo XX, el bullerengue no había sido recogido ni grabado por nadie que no fuera parte de la comunidad. Había sido producto de enseñanza de padres a hijos por cientos de años.
Bullerengue: un ritmo femenino
Lo interesante del bullerengue es que, a pesar de que nadie lo sabe a ciencia cierta, es un canto y baile tradicionalmente femenino. Ha sido heredado de madres a hijas por muchísimos años, cosa que no es tan común en las culturas del mundo. Con el paso del tiempo, se convirtió en una práctica exclusiva de mujeres mayores, que se cantaba en las reuniones donde se encontraban para cocinar, coser o hablar de sus problemas maritales. Las hijas de estas mujeres con frecuencia hacían parte de estas reuniones, por lo que ellas, sin quererlo, terminaban por replicar estas prácticas. El bullerengue se acompaña por tambores, también de herencia africana, hechos a mano con maderas y cueros de animales.
En medio de este contexto, surge Petrona Martínez. Petrona nace en 1939 en San Cayetano, un territorio tan pequeño que no llega a ser un municipio reconocido, sino un barrio de San Juan de Nepomuceno, en el departamento de Bolívar, en la costa Caribe de Colombia. Martínez nace en medio de las prácticas culturales que contamos anteriormente: veía a su bisabuela, a su abuela y a su tía cantar bullerengue para desahogar sus penas, ya que, en el fondo para eso sirve ese ritmo. El ritmo pausado y los cantos repetitivos del bullerengue están concebidos para sonar sin descanso por noches enteras. En la infancia de Petrona, cuando no existía la posibilidad de hacer parte de un mundo interconectado como ahora, el bullerengue era todo lo que existía en su mundo.
Petrona se reencuentra con el bullerengue
El bullerengue consigue salir de territorios cimarrones hacia los años 80 del siglo XX, cuando el productor musical Wady Bedrán consigue una agrupación de bullerengue tradicional, los Soneros de Gamero. Sin embargo, el trabajo de Bedrán consiste en adornar esta música. En aquel entonces era considerada sosa y sin sentido, así que le añade a los cantos femeninos y a los tambores artesanales instrumentos como bajo eléctrico, saxofones y clarinete.
Tras haber salido de la comunidad y haberse alejado del bullerengue, Petrona Martínez escucha las canciones de los Soneros de Gamero en la radio en los años 80. Por aquel entonces, Martínez trabajaba recogiendo arena de los arroyos y vendiéndola para hacer construcciones en la zona. La cantaora había sido producto de los procesos económicos y sociales que llevan a las mujeres a realizar trabajos precarizados y mal pagos para sobrevivir. Es cargando la arena de un lado a otro, que Petrona comienza a cantar las canciones que más tarde le darían fama internacional. Dice Martínez que el arroyo era una fuente de inspiración creativa y de recuperación de la memoria, así como también sirvió de sustento para su familia. Y desde ese momento, la cantaora quiso volverse profesional para cantar, grabar discos y sonar en la radio.
Irónicamente, Petrona Martínez encontró reconocimiento no al mezclar los ritmos tradicionales con elementos más modernos de la música. Fue al quedarse en la sonoridad tradicional de los cantos femeninos y los tambores artesanales. Igualmente se volvió famosa por los trajes tradicionales y las letras que hablan de conflicto, de penas, de dolores y de alegrías. El salto definitivo al reconocimiento global vino de la mano con la publicación del álbum Colombie: Le Bullerengue.
Petrona Martínez en el mercado mundial
Para los años 90, Petrona Martínez ya era toda una celebridad, especialmente en ambientes académicos. Allí los etnomusicólogos europeos comenzaban a prestar atención a músicas latinoamericanas y del “tercer mundo”. Sus análisis se centraban en la dificultad que experimentaron las músicas provenientes de territorios periféricos con respecto del centro global (Europa y Estados Unidos). Sin embargo, creo que el análisis podría expandirse y preguntarse también por las dificultades que experimentan las mujeres en general para entrar al mercado musical global. Pero también preguntarse especialmente por las mujeres racializadas, de clases bajas y de entornos de violencia. Son contados los casos de éxito donde estas mujeres pueden salir adelante.
Por eso es importante recordar historias como la de Petrona Martínez. Para hacer consciencia de que el mundo aún es un lugar desigual y de difícil acceso para unas, donde solo unas cuantas personas suertudas pueden cambiar sus estrellas. Su legado no ha marcado solamente a mujeres racializadas de clases bajas de las costas colombianas, sino que su historia marca también profundamente a muchas otras mujeres que siguen soñando con hacer valer su herencia y trazar una diferencia en su comunidad.
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