María: la feminidad y la naturaleza en Jorge Isaacs

María, escrita por Jorge Isaacs, cuenta la feminidad a través de la naturaleza. Hoy Prometeo le relata la relación de la emblemática novela con los paisajes nacionales.

“Parecióme ligeramente pálida, y alrededor de sus ojos había una leve sombra, imperceptible para quien la mirara con menos entrega que yo”. Este pequeño fragmento de la famosa novela de Jorge Isaacs es el punto de partida para establecer la perspectiva que rige toda la descripción. Es Efraín, narrador de la novela, mirando a María en el paisaje del Valle del Cauca, buscando similitudes entre ella y el espacio. Con esto en mente, la construcción de mujer está siempre relacionada por una perspectiva masculina que la relaciona con el hogar, una concepción muy cotidiana para la época de escritura y publicación de la novela. Desde este discurso se genera un ideal romántico que se enfoca particularmente en la belleza física y las maneras delicadas propias de una mujer, por lo cual la comparación con la naturaleza tiende más hacia lo bello que lo sublime, hacia la flor suave y colorida que crece en el jardín y no hacia el trueno que estremece la selva.

La flor como adorno

Las flores y los paisajes no son solamente un motivo con el que Efraín busca exaltar a María. Tienen, además, un rol de mercancía en el que son adorno de la belleza e incluso un obsequio de bienvenida que entra también en el juego de la coquetería entre los personajes. Teniendo en cuenta estos valores que se le dan a las flores y al paisaje, hay una abstracción de la inmensidad de la naturaleza para reducirla a un símbolo que hace parte de las interacciones entre María y Efraín. En María, por ejemplo, las flores son un adorno de su cabello.

La muchacha llevaba su abundosa cabellera castaño oscuro arreglada en dos trenzas,   sobre el nacimiento de una de las cuales posaba un clavel rojo.

La María, Jorge Isaacs

Hay, entonces, pequeños guiños alrededor de la botánica de las flores que se mencionan en la novela. En este caso, el clavel representa el amor, el orgullo y la admiración; además, sus propiedades naturales ayudan a reducir inflamaciones y espasmos. Incluso, si se me permite la sobreinterpretación, sobre esta propiedad antiespasmódica podría incluso haber algún tipo de presagio sobre la enfermedad de María. Casi como si esta bienvenida a Efraín llevara consigo una muestra de amor, y hasta coquetería de su parte, mientras la naturaleza aprovecha para dar aviso de cómo será el final de ese amor.

El adorno en el hogar

El anterior es el propósito que le da María a ese juego de intercambio de flores. Sin embargo, este no es un ejercicio completamente recíproco, ya que, desde la postura de María, como hija del hogar, las flores son la materia prima con la que se arman ramos para las habitaciones. En otras palabras, mientras Efraín le regala flores a María en un acto por fuera de la rutina, para ella es una de sus tareas preparar ramos que otorguen belleza a un espacio.

Cuando abandonaba mi cuarto, observé que María, desde el jardín, entregaba a Emma un manojo de montenegros, mejoranas y claveles; pero el más hermoso de estos lo tenía ella entre los labios.

Corrí hacia la muchacha.

– Buenos días – le dije, anticipándome a coger el ramo.

Ella palideció, quiso corresponder a mi saludo, y el clavel se le cayó de la boca.

La María, Jorge Isaacs

En este fragmento tenemos ahora la composición de todo un ramo que María prepara, presuntamente, para Efraín. Un ramo de montenegros, mejoranas y claveles. Sobre este último ya revisamos sus propiedades y las implicaciones que puede tener dentro del contexto de la novela. 

Ahora, sobre los montenegros o bougainvillea spinosa, nos encontramos ante una planta con una apariencia un poco más ruda y tensa que con los claveles. De hecho, crece especialmente en los suelos áridos. Con mi poco conocimiento botánico, que planeo ampliar a raíz de esta nota, los montenegros tienen cualidades febrífugas (para reducir la fiebre). Sin embargo, más allá de que esto guarde una relación con la condición de María, visualmente los montenegros generan un contraste interesante con los claveles. La suavidad y pomposidad de los claveles que abarcan un círculo casi perfecto se mezclan con las hojas espatuladas de un verde brillante casi como su antítesis directa.

En cuanto a la mejorana, hay un corpus más extenso para quien simplemente siente curiosidad hacia las plantas. Su simbología se relaciona con la felicidad y sus propiedades varían desde condimento para la cocina hasta el ámbito medicinal para contrarrestar las migrañas y las contracturas musculares. En cuanto a esta planta hay un poco más de relación con el aspecto de presagio sobre la enfermedad de María, pero nuevamente llama más la atención la particular combinación con el clavel y el montenegro en un ramo dedicado a Efraín. Ese verde brillante del montenegro se potencia en unas hojas mucho más delicadas que casi que ayudan a cohesionar las otras dos en un punto de encuentro que de alguna manera construye esa historia de amor entre los dos personajes.

Efraín contempla la naturaleza (María)

Cruzaba planicies alfombradas de verdes gramales, y el perfume de la Naturaleza traía a mis evocaciones el de los pomposos vestidos de… “ella”, cuyo nombre creí escuchar hasta en el canto de las aves

La María, Jorge Isaacs
Caminante sobre el mar de nubes, Friedrich (1818)

Una de las pinturas más reconocidas para representar el concepto de lo sublime, a la luz de lo expresado por Kant, es la del “Caminante sobre el mar de nubes” del artista alemán Caspar David Friedrich. De cierta manera, el fragmento de María expresa la importancia romántica del yo y la postura del hombre frente a la naturaleza con lo fascinantemente aterradora que puede ser. Efraín se ubica desde la contemplación de la naturaleza como si esta fuera una extensión de María. Es casi un amor sublime lo que se presenta en la novela debido a esta conexión con el espacio. No es solamente una comparación, son los pájaros que parecen decir su nombre en un grito completamente explícito y apasionado que deja ver los sentimientos que María no expresa con palabras.

De cierta manera, al considerar la naturaleza no solo como personaje sino como extensión de María, se abre una nueva lectura en la que cada mención del clima, de las plantas que curan y de los animales salvajes convocan nuevas interpretaciones. Específicamente, en la imagen del perfil creado por Efraín mirando a María se debe asemejar a la pintura de Friedrich y la inmensidad que contempla y describe.

“Partí luego al galope en busca de la pampa solitaria, donde haría a las estrellas confidencia de aquel amor imperecedero, de aquel amor que solo se extinguirá conmigo y cuyo recuerdo seguirán ellas alumbrando en la eternidad”

Con esta frase termina la memorable novela de Isaacs. Haciendo paralelo entonces con la pintura mencionada, evidentemente hay importantes diferencias. Estamos hablando de un paisaje cálido, de un hombre que se adentra activamente a esa naturaleza y de una mirada que se hace al horizonte y no desde lo alto de una roca. Sin embargo, sí hay un punto de encuentro en la inmensidad, en lo inabarcable de la naturaleza y en el significado que cobra a la muerte de María. Es casi como si el mensaje final de ella fuera esa unión eterna en la que vuelta naturaleza Efraín siempre hará parte de María.

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