Natalia Lafourcade: hecha de comunidad

Bogotá recibirá este agosto a Natalia Lafourcade. Por eso, haremos un recorrido por su obra y una de las canciones que han marcado su carrera.

Natalia Lafourcade es una de las artistas más emblemáticas y conocidas en la escena latinoamericana. Ha ganado tres premios Grammy –uno por mejor álbum rock, urbano o alternativo, en el 2016, con su álbum Hasta la raíz y dos por mejor álbum regional mexicano en el 2020 y 2022– y quince Grammy Latino. Su canción Hasta la raíz prácticamente se ha convertido en un himno del ser latinoamericano, del trabajar la tierra y del habitar el territorio. A pesar de haber comenzado como una adolescente rockera al mejor estilo de Andrea Echeverri, por allá en el 2002 y con una estética completamente fiel a la época –hemos de recordar su clásico video de En el 2000–, se ha consolidado en las últimas décadas como una de las más grandes voces femeninas de Latinoamérica. 

El estilo de Lafourcade se ha catalogado como poplatino y/o alternativo.  Aunque estas dos etiquetas pueden parecer contrarias, ambas se pueden aplicar a la carrera de Lafourcade en distintos momentos de su obra. En sus inicios se inclinaba por un estilo más cercano al poplatino, con sonidos más globales pero con herramientas latinas. En la actualidad, podemos decir que su estilo es folk y alternativo. Me atrevería a decir que ha sabido combinar muy bien un estilo moderno con una sonoridad latina, sin apostar mucho por una región u otra. Aún así, no deja de lado su sonoridad propia, actual y bastante popera y rockera, y sabe darle su sello propio a todo lo que hace, es especial, gracia a su voz única, con un color particular. 


Y así llegamos al 2019, cuando Natalia Lafourcade lanza su nuevo proyecto titulado Un canto por México, con claras intenciones culturales, musicales y políticas. Aquí la moderna Lafourcade toma partido por un sonoridad netamente mexicana, volviendo a sus raíces y desligándose de su inicio rockero, empezando una época en la que no le da miedo untarse con nada. Las ganancias de este álbum fueron donadas a una fundación encargada de la reconstrucción del Centro de Documentación del Son Jarocho, ritmo tradicional mexicano, que fue afectado por el terremoto de Puebla del 2017. Así, vemos que el álbum de la cantante no es solo un esfuerzo propio, sino también se dedicó a la preservación de los ritmos tradicionales mexicanos, los cuales vemos retornando a sus canciones.

Los Ángeles Azules

Los Ángeles Azules es una agrupación que muestra la mexicanidad pura. Se trata de un grupo de tradición familiar que ha estado funcionando desde los años 80 del siglo pasado, fundado por cuatro de los ocho hermanos de la familia Mejía Avante. Se han dedicado a cultivar la cumbia mexicana y, hasta la fecha, cuentan con más de veintidós álbumes de estudio. Su estilo abarca la música netamente popular, término que aquí usamos en contraposición a lo «culto». Estos géneros populares son los que podrían escuchar las masas, la gente del común y que no necesariamente se ve representada en los más grandes medios musicales o culturales. Por eso, como no aparece en la escena musical general, estos ritmos experimentan un rechazo por parte del cuerpo social, especialmente por aquellos que piensan que tienen gustos más «refinado» y que consideran que esta música no es lo suficientemente elaborada para ser considerada «arte». Así, si se quiere escuchar una cumbia mexicana de lo más tradicional, Los Ángeles Azules es el lugar al que hay que acudir.


Pues bien, los universos musicales de Lafourcade y de Los Ángeles Azules se unen en el 2018, un poco antes del viraje de la primera y en el vigésimo séptimo álbum de estudio de los segundos, llamado Esto sí es cumbia. La canción Nunca es suficiente, compuesta por la cantante en el 2015, contó con una versión cumbia en el álbum de Los Ángeles Azules, con colaboración de la compositora. Es, a día de hoy, la canción más reproducida de la agrupación mexicana, y de hecho, ha sido su tiquete de entrada a varios grandes festivales de música, como lo es el Festival Cordillera de Colombia, donde en el 2023 serán uno de los headliners. Traigo a colación esta colaboración por varias razones. La primera es el notable trabajo cultural y musical llevado a cabo por Lafourcade, no en términos técnicos, sino porque la canción en sí misma es una declaración de intenciones y de cambios en las dinámicas de poder.

Más allá de la música

En este tipo de colaboraciones, donde hay un artista de nombre y otro más desconocido, es común  que el segundo el que tenga que seguir las pautas del primero. Recordemos, por ejemplo, la famosa campaña Playing for Change a inicios de los 2000, donde múltiples músicos de diversos países tocaban todos juntos en una misma canción. La más conocida fue la tradicional canción de blues Stand by me, tocada por músicos de todo el globo, algunos africanos, otros asiáticos, otros europeos. A pesar del significado de la canción y de la fama de esta versión en específico, fue un trabajo en el que las relaciones de poder se notaban claramente desbalanceadas. Los músicos regionales, africanos, latinos y asiáticos, prestaron sus voces e instrumentos tradicionales para tocar un tema que no pertenece a su cultura y que, de hecho, hace parte de una sociedad muy alejada de ellos. Podemos decir que esta canción fue impuesta para ellos, y los músicos no tuvieron ningún poder de decisión. 

Es distinto el caso de Lafourcade con Los Ángeles Azules. En su caso es la artista de poder, la de nombre, la que presta su voz para producir algo tradicional o popular, algo propio, algo que le pertenezca realmente a los músicos. En principio puede parecer que la cantante se está «rebajando», que está tocando en un escenario y con unos músicos «de mal gusto», no precisamente por ser esta canción en específico, sino por el género del que se trata. Varios teóricos culturales del siglo pasado, entre ellos el célebre e importante Theodore Adorno, criticaron la aparición de géneros populares en su época, como lo fue el jazz y el pop, diciendo que eran “mala música” a la que no se le atribuía ningún valor estético. 

Es un disco hecho en comunidad (…) con una necesidad de mirar hacia adentro (…) que te lleva al campo, a la montaña, a la playa a cualquier paisaje de México. Te deja percibir el olor del país, del mole, el tamal, el mezcal, el tequila y el agave.

Natalia Lafourcade

Este no es para nada el caso de Natalia Lafourcade. Para ella lo importante es rescatar y volver a sus raíces mexicanas, como lo ha dicho especialmente para su álbum Un canto por México, tanto en el primer volumen como en el segundo. Se trata de un disco “hecho en comunidad (…) con una necesidad de mirar hacia adentro (…) que te lleva al campo, a la montaña, a la playa a cualquier paisaje de México. Te deja percibir el olor del país, del mole, el tamal, el mezcal, el tequila y el agave”. También le interesa apoyar grupos locales a hacer la música que ellos quieran hacer y con el estilo que ellos elijan. En este caso, Lafourcade está dejando de lado los principios de marketing o de marca propia –recordemos que la colaboración no es un proyecto propio, sino es una iniciativa del grupo popular–, en pro de la construcción de un proyecto social y musical más grande que ella misma. 

Por otro lado, desde un punto de vista musical, la canción es realmente llamativa. Es completamente pegajosa, lo que ya sabemos que es lo mejor al habitar el mundo de la industria musical. Además, posee todos los elementos que no pueden faltar en una cumbia mexicana de vieja data: tiene los vientos, tiene el ritmo marcado y «bajado a tierra» –como se dice de la cumbia producida fuera de Colombia, ya que presenta una variación en la acentuación rítmica–. Cuenta, además, con unos arreglos electrónicos, como se usaban en la década de los 80. La voz de Natalia Lafourcade es simplemente magistral, logra transmitir muchas sensaciones y sentimientos y acompaña perfectamente el ritmo. Y, por último, hemos de hablar del video. Lafourcade es ella: muy auténtica, muy propia, siempre conservando un poco de su esencia y su estilo. Los Ángeles Azules, por su parte, también. Todos uniformados y siendo muy originales como siempre. Se demoran en sus rostros, mostrando sus rasgos que representan a todo el pueblo mexicano. Es un video que  logra emocionar y que, por supuesto, pone el ambiente festivo. 

El final: importancia e invitación

Natalia Lafourcade no ha sido, por supuesto, la primera de su área en hacer este tipo de reconocimiento al mundo popular y tradicional. Podríamos decir que esto ha sido un rasgo común en los músicos de su generación y, en especial, de la zona latinoamericana. Puerto Candelaria, en Colombia, hizo un trabajo muy parecido volviendo al chucu chucu –la cumbia hecha en el interior del país, donde también le cambian la acentuación rítmica– de las décadas de los 60 o 70 y resignificando este ritmo. Otro tanto están haciendo actualmente fenómenos como Peso Pluma o Alzate, dando un lugar importante a la música popular, que tanto ha marcado a Latinoamérica como zona cultural. Estos artistas nos han demostrado que no hace falta seguir el camino marcado por potencias mundiales como Estados Unidos o Europa, sino que la música local también puede llegar a los corazones de muchos.

Para cerrar este camino a través de lo popular, sólo queda hacer una invitación a abrir nuestros horizontes. Estos proyectos, que en principio causan polémica en los sectores musicales, suponen una diferencia hacia el camino de la igualdad de los géneros musicales, donde toda la música sin importar que sea culta, popular, tradicional o académica, tenga el mismo valor en la sociedad. Al final, la meta es que todos podamos disfrutar de la música como iguales.

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