Los vampiros que habitan el tiempo

A propósito de Halloween, hablamos acerca de una de las criaturas más populares durante esta época: los vampiros.

Para los más escépticos, tan solo son criaturas mitológicas nacidas de las mentes atormentadas de sus creadores; para los menos incrédulos, simplemente son seres fantásticos que se han ido introduciendo, en medio de diferentes estilos y formas, dentro de los conjuros de la narrativa mundial; en cambio, para los más sensibles, son seres del más allá que siguen alimentándose con el miedo y la conmoción de los mortales. Sin importar los motivos, sí podemos asegurar que el imaginario de los vampiros ha tomado un valor tan profundo como fructífero a lo largo de los siglos. Ya sea para negar su existencia o para engrandecerla, es imposible omitir el poder que estos seres han causado en nosotros los mortales con el fin de permanecer en la memoria del tiempo en los ámbitos literario, cinematográfico, cultural y, por qué no, hasta popular. Por lo tanto, discutir su valor dentro de los campos de la razón sería tan cruel como menospreciar los tributos narrativos que varios autores han consagrado de forma exhaustiva a lo largo de diversas obras. Porque más allá de componer una riqueza interminable, suministrada por épocas distintas, es la profundidad de un legado complejo e inusual lo que ha convertido a estos seres sobrenaturales en una prolongación sombría capaz de desatar diversas emociones en el instinto de cada lector. 

Hecha esta aclaración, Panamericana Editorial rinde un tributo a diez cuentistas que recrean las diferentes facetas de estos seres del terror literario según su época. El carmesí que colorea un castillo lejano y un destello oculto que se sitúa en el costado inferior de la portada ya nos dan un indicio tenebroso que, al palparlo, parece mostrar un extraño augurio repleto de paisajes transgredidos por los misterios y el dolor. Cada relato es una demostración poética del paso de los vampiros por el mundo, revestida por señales de inmortalidad que, en algunas ocasiones, nos persuade a detestarlos gracias a sus actos funestos, pero, en otras, nos obliga a apiadarnos tanto de sus intenciones casi fervorosas, que no nos queda más opción que amar la fuerza de sus sombras a tal punto de provocarnos una obsesión inusitada. 

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Un poema no puede producir tantas emociones encontradas y tantos secretos familiares resguardados en medio de crueldades y pasados desgarradores como “La novia de Corinto”, de Goethe. El destino de los amantes casuales es breve pero apasionado, pues el espectro de mujer que aparece en el cuarto de los huéspedes es lo suficientemente seductor como para arrebatarles el alma y condenarlos a una esclavitud póstuma. Todo este espectáculo de pasiones se debe, principalmente, a un motivo peculiar que consiste en una secreta venganza que el espectro dirige a su madre por haberle arrebatado la posibilidad de disfrutar los delirios de un amor verdadero cuando estaba en vida. 

En el caso del poema “Christabel”, una doncella que azarosamente se halla caminando a medianoche por el bosque percibe a lo lejos unos extraños lamentos como de mujer siendo torturada. Al llegar al lugar, en efecto aparece ante su vista la víctima y, llevada por una compasión juvenil, Christabel decide atenderla pese a sus gemidos y voces lastimeras. La joven conduce a la desconocida víctima a su castillo para protegerla y acompañarla en su recuperación. Durante su estancia, ambas forman una linda amistad que produce efectos inesperados. Transcurrido el tiempo, la amada Christabel empieza a experimentar una serie de estigmas y posesiones extrañas que la someten a un delirio frenético donde siempre distingue la figura lastimera y seductora de su huésped. Este relato inconcluso de Coleridge nos enseña cómo un evento inesperado puede despertar múltiples heridas de un ayer aún consumido por el orgullo y la disensión. 

Rendirle un tributo inusual a un poeta como Lord Byron en un cuento que lo personifique con los rasgos de un vampiro despiadado y seductor, solo lo hace un narrador arriesgado, pero sincero, como lo es Polidori. En el cuento “El vampiro” quedan plasmadas todas las acciones inhumanas que un monstruo como Lord Ruthven es capaz de ejecutar solo para saciar su instinto de arrasar con las almas sufrientes de sus víctimas pecaminosas. Para este sujeto no basta con someterlas al sufrimiento natural de la vida, por el contrario, dentro de sus intenciones macabras hay un goce infernal por condenarlas a una perdición abrumadora, a tal extremo de humillarlas en sus propias pasiones e injurias y poseerlas de una manera demoníaca sin siquiera mostrar un hálito de conmiseración. 

En “La muerta enamorada” de Gautier hay una excepción a la creencia común sobre los vampiros. Clarimonde, la mujer dueña de una belleza sobrenatural, comete el único pecado que la justifica como espectro y asimismo la redarguye de su pasión sincera: se enamora perdidamente de un sacerdote, así como este de ella. La barrera de lo imposible no es obstáculo para demostrarse el mutuo amor entre el bien y el mal, cuya tragedia despierta en ambos una pasión febril y desenfrenada. Caso contrario sucede con el cuento “La familia del Vurdalak”, de Alekséi Tolstói. El siniestro rumor que ronda por las laderas de un pueblo gobernado por las supersticiones desata un amor frustrado entre el protagonista y el alma noble de Sdenka, una enamorada a la que un espíritu vampírico ha tomado de un modo diabólico, tal como les sucedió a sus familiares. La obsesión del protagonista se convierte en una batalla inesperada que abre campo a la más triste decepción. 

“La historia de la dama pálida”, escrita por Dumas, sucede en los Cárpatos. Hedwige, Una mujer prófuga de guerra sostiene un encuentro accidental con dos hermanos de distinto padre: Grégoriska, el mayor, de carácter fuerte, cauteloso y a la vez enternecedor; y Kostaki, el menor, de carácter impulsivo, febril e hiriente. La mujer se da cuenta de que ambos hermanos sienten un gusto particular hacia ella. Debido al asedio de sus captores, no tiene más alternativa que asilarse en el castillo donde ambos hermanos la resguardan. Durante su estadía, son varias las demostraciones afectuosas que la dama recibe por parte de los hermanos; sin embargo, movida por un deseo irracional, la mujer finalmente decide amar apasionadamente al mayor, Grégoriska. Esta decisión despierta un sentimiento de envidia en Kostaki quien, tomado por el impulso de Caín, emprende contra su hermano, en las inmediaciones de un cementerio, una batalla cuyo horror empaña de sangre la armonía familiar. 

El cuento “Carmilla”, de Le Fanu, es la demostración pavorosa de cómo los estragos de un amor secreto y suicida logran trascender siglos y fronteras. Una mujer que aparece accidentalmente en una casa desata, inexplicablemente, todas las maldiciones habidas y por haber en los alrededores de un pueblo contagiado por una epidemia de muerte que está acabando con casi todos los habitantes. Una joven, ignorando las supersticiones de sus vecinos, la acoge como amiga incondicional. En medio de esa complicidad, casualmente experimenta una pérdida de juventud y fuerza que le están siendo arrebatadas por apariciones nocturnas, pesadillas confusas y heridas prominentes en el cuello. El final de este largo recorrido nos explica que la lealtad a raíz de un amor puede originar una maldición que se transmite a lo largo de varias generaciones. 

Los últimos tres relatos: “Pues la sangre es la vida”, del estadounidense F. M. Crawford, “La tumba del vampiro”, de la argentina Raymunda Torres y Quiroga, y “Tristán Cataletto”, del venezolano Julio Calcaño, complementan una poderosa antología repleta de sortilegios que conservan pasados de traición, describen espectros arrastrando cadáveres bajo una noche de sudarios sangrientos, y condenan a un hijo que debe cargar la maldición de su padre por culpa de un pacto oscuro concertado por un espíritu maligno. Gracias al diseño de cubierta de Jairo Toro Rubio y las traducciones de Diana Carrizosa Moog, Felipe Botero Quintana y Juan Fernando Merino, Joyas vampíricas avivan el terror de unos espectros que siempre serán inmortales en la memoria del tiempo.