El Vuelo del Mochuelo: el museo del conflicto

El museo comunitario e itinerante El Vuelo del Mochuelo se encuentra actualmente en el Museo Nacional de Colombia. Te invitamos a un viaje por la región de los Montes de María.

Aunque no sea claro para nosotros, todos estamos acostumbrados a un tipo específico de museos o de exposiciones. Si pensamos en un museo, tal vez la mayoría de nosotros pensemos en cuadros grandes, enmarcados en un rectángulo de madera, ocultos tras unos vidrios y, quizá, con sensor de movimiento para que no nos acerquemos mucho. Sin embargo, últimamente se está generalizando una nueva manera de mirar el arte y la historia. Se acabaron los cuadros, los vidrios y los sensores de movimiento. Ahora, la moda está en aprender con los sentidos, en el tocar, el oler, el participar. 

Es el caso, por ejemplo, del museo comunitario de memoria El Vuelo del Mochuelo, museo itinerante que actualmente se encuentra en el Museo Nacional de Colombia hasta el 17 se septiembre en la sala temporal. Es llamado así en honor del mochuelo, pequeño pájaro que viaja entre la región de los Montes de María en el mes de enero. Nada se encierra tras los vidrios ni está enmarcado de manera geométrica –tal vez porque no hay piezas museísticas como tal–. Multicolor y multisensorial, El Vuelo del Mochuelo escapa de las representaciones tradicionales del museo y pasa a ser una experiencia chocante y emocionante, aunque tal vez no de manera positiva. 

El deseo de emocionar es parte constitutiva del Vuelo del Mochuelo. Hecho por sobrevivientes de las tragedias y matanzas de los Montes de María, es una apuesta por recordar a las numerosas víctimas del conflicto armado colombiano. No tiene piezas, como se dijo anteriormente. En su lugar, está construido con paneles multicolor llenos de fotos y colores; contando también con videos, poemas y música, en una experiencia multisensorial que envuelve a la audiencia en un viaje por la región de los Montes de María. 

Conocimiento la región de los Montes de María

Los Montes de María es una cadena montañosa de baja altura –el punto máximo son mil metros sobre el nivel del mar– ubicada entre los departamentos colombianos de Sucre y Bolívar, cerca de la costa Caribe en el norte del país. Estos montes no son tratados solamente como una región geográfica, sino que son considerados  una zona cultural de alta importancia en el país. 

Los quince municipios que la componen son famosos de alguna u otra manera dadas sus grandísimas manifestaciones culturales. Algunos de estos son El Carmen de Bolívar, San Jacinto y Ovejas. De esta zona son célebres las hamacas, que se dice que son las mejores del país, así como uno de los ritmos tradicionales más conocidos de Colombia: la gaita,  una música tradicional colombiana nacida en los Montes de María. Es conocida porque utiliza un instrumento con el mismo nombre, llamada así por su sonido similar al de la gaita escocesa. En Colombia se trata de un instrumento de viento indígena con tres o seis orificios, dependiendo si es una gaita hembra o una gaita macho. El grupo de gaita más conocido del país nació precisamente en la región montemariana: Los gaiteros de San Jacinto. 

Tristemente, la región de los Montes de María es conocida por más que por su cultura. Entre la década de 1990 y principios de los 2000, esta zona fue víctima de la violencia de algunos grupos armados al margen de la ley, especialmente de las fuerzas paramilitares, constituidas con el propósito de hacerle frente a grupos guerrilleros comunistas o de izquierdas. 

En esta zona, las AUC –Autodefensas Unidas de Colombia– tuvieron más influencia que en otras del país, llegando a dar lugar a varias matanzas en la región. Es lamentablemente célebre la masacre de El Salado donde, del 16 al 21 de febrero de 2000, más de cuatrocientos cincuenta paramilitares asesinaron a más de sesenta personas inocentes de maneras sanguinarias al creer que en este pueblo los habitantes escondían a guerrilleros. También es conocida la masacre de Mampuján, en María la Baja, el 10 de marzo del 2000, donde las bajas también fueron importantes y cuya acción trajo como consecuencia el desplazamiento forzado de más de trescientas personas. 

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Las AUC perpetuaron no sólo asesinatos violentos, también secuestros, desapariciones, reclutamiento forzado, atentados, secuestro, expropiación de tierras y extorsión a funcionarios públicos. Es conocida la práctica conocida como “la pesca milagrosa”, llevada a cabo por grupos guerrilleros, que consistía en detener carros o buses al azar por las carreteras, con la esperanza de encontrar a un político o persona importante, y así extorsionar o secuestrar a estas personas. Según cifras oficiales, en estas pescas milagrosas los grupos armados lograron retener a unas tres mil personas por año, operando desde el año 1998 al 2002. 

El museo y su exposición afectiva

Los sobrevivientes de la región montemariana sienten una necesidad de reunirse y recordar las tragedias a su manera. Los habitantes de esta zona, profundamente resilientes, han optado por el recuerdo y la preservación de la memoria, en lugar del olvido para superar esta tragedia. Así, once años después de las masacres, la población decide unirse en un gran y extenso proyecto: la creación de un museo comunitario de la memoria que ayude a recordar y transitar estos sucesos. 

A diferencia de la mayoría de los museos, El Vuelo del Mochuelo no funciona alrededor de piezas fundacionales. En este lo más importante es la creación de relaciones interpersonales que se forman alrededor de la curaduría, pasando las piezas a segundo plano. Este tipo de montaje recibe el nombre de curaduría afectiva, movilizada por los afectos en lugar de por los objetos. En otras palabras, lo más importante de estas exposiciones es la capacidad de afectar y ser afectada por otros, de transitar emociones y de intervenir en los cuerpos y almas de los visitantes. Así, lo que queda de El Vuelo del Mochuelo no son los rastros materiales de las masacres, sino los trazos de historias de vida, de familiares, amigos y compañeros que quieren superar las memorias traumáticas de su pueblo, a la vez que los acompañan desde lejos y reconstruyen su comunidad. 

Para los espectadores, la exposición también es tremendamente conmovedora. Transitando entre varios formatos –canciones, videos, testimonios y textos–, los visitantes se ven inmersos en esta historia contradictoria de muerte y vida. La pieza más impactante es, sin duda, el árbol de la memoria, la parte final de la exposición. Se trata de un árbol de madera cuyas hojas están formadas por los nombres de todas las personas que murieron en los enfrentamientos. Es el primer árbol cuya frondosidad no es algo positivo. 

El mochuelo

Así, Prometeo te invita a vivir esta experiencia. El museo comunitario de la memoria El Vuelo del Mochuelo es itinerante. Estará en la sala temporal del Museo Nacional de Colombia en la ciudad de Bogotá hasta el 17 de septiembre. No prometemos que la pase bien, más bien lo contrario. Pero la invitación no es a que se divierta, sino a que se emocione, a que viaje a los Montes de María, conozca su música, su gente y su historia. El mochuelo, pequeño pájaro que viaja entre esta región en los meses de enero, al que el museo debe su nombre, le acompañará siempre. Lo dejamos, querido lector, con una última canción para honrar a todos aquellos muertos y desaparecidos de nuestro país. Se trata de la canción tradicional a ritmo de vallenato El mochuelo, interpretada por Otto Serge y Rafael Ricardo, que nos transporta inmediatamente a la región de los Montes de María. 

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