La lucha de las mujeres de las comunidades originarias

Nota de opinión

El día de la mujer se conmemora a nivel mundial, esta efeméride surge luego de la trágica muerte de 129 mujeres en la ciudad de Nueva York, propiamente dicho en la fábrica Cotton. Esta historia se repite todos los años, la conocemos de memoria, se usa como bandera para marcar la lucha de las mujeres en una sociedad global que poco hace para combatir la paridad de género.

La paridad, igualdad y respeto a nuestros cuerpos resultan discursos puramente publicitarios para acallar voces. Me tocó de cerca escuchar a una figura pública negar la brecha salarial entre mujeres, entre sus principales fundamentos es que tal diferencia salarial no existe porque cada uno elige que labores cumplir.

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Lo que no le contaron es que cuando las mujeres elegían ser choferes, no podían manejar. Cuando las mujeres eligieron ser doctoras o ingenieras, no podían estudiar. Cuando las mujeres eligieron hacer política, no podían votar. 

Claramente no es una cuestión de elección, es una cuestión de poder, una cuestión de invisibilizar y muchas veces ridiculizar la lucha de las mujeres que buscan su libertad, igualdad. Libertad para decidir, libertad para elegir, libertad para poder vestir lo que quiera sin que la juzguen ni siquiera la religión. Igualdad para trabajar, para vivir, para competir. 

Sin embargo, no me toca reivindicar esta lucha, ni a esas 129 valientes mujeres, me toca reivindicar a mujeres que estuvieron muchísimo antes que aquellas. Las mujeres de nuestros pueblos originarios. 

Al principio pensé que sería un método correcto enunciar a algunas proceres, o reconocer pueblos. Luego caí en la cuenta de que sería tapar el sol con las manos, porque podría utilizar las siguientes líneas para alabar la carrera musical de Aimé Pané, la valentía de Azurduy, o incluso elaborar odas de programas de gobierno. 

Pero no voy a ser hipócrita, porque más arriba hablé de elecciones, y en la realidad de las mujeres de los pueblos originarios en Argentina lo que menos existe es la elección.

El rol de las mujeres de los pueblos originarios

Durante la pandemia desde Onu Mujeres se expresó la preocupación por el aumento ostensible de la violencia de género, intrafamiliar, y de femicidios en el ámbito de las comunidades originarias.

Mujeres que no por decisión, sino por tradición quedan en sus casas al cuidado de sus hijos, sin poder elegir si estudiar o trabajar, y que cuando al fin pueden hacerlo se las margina, se las discrimina. Niñas, adolescentes que son violentadas en comunidades obligadas a casarse porque lo dicta la costumbre. Su opinión no es tenida en cuenta ni en su entorno ni cuando quiere formar parte de la sociedad, sociedad marcada injustamente con límites morales que juzgan con dedos políticas extranjeras pero que puertas adentro miran hacia el costado. 

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Es dable destacar que las mujeres en estas comunidades se vuelven las guardianas de las costumbres, tradiciones, de la tierra. Que algunas buscan se le reconozcan los derechos a participar en las comunidades políticas y alzar su voz, sin embargo no podemos reconocer solo los logros. No podemos aplaudir la lucha de las mujeres e ignorar la opresión que muchas sufren en sus comunidades.

Las realidades son disimiles y es cierto que la mayoría del colectivo femenino dentro de las comunidades aborígenes rechazan temas trascendentales en la agenda feminista (un ejemplo de ello es el aborto). Recomiendo la lectura de un trabajo de investigación del año 2014, de la Dra. Mariana D. Gómez elaborado para el CONICET, institución denigrada hoy en día. En aquel elogiable informe habla justamente de estas situaciones, sobre todo la inclusión de las mujeres en el ámbito político, que cuando consiguen la apertura de estos espacios solo ocupan cupo los hombres. 

La realidad marca que se debe acompañar a las mujeres de los pueblos originarios, tanto en su lucha por la defensa de sus tierras, como también aquellas que son la cabeza de su grupo y que cargan el peso de toda la comunidad, apostando por participar en los pocos espacios políticos que existen. Hay que apoyar a aquellas mujeres indígenas que deciden custodiar su cultura y tradición con valentía y convicciones férreas. 

Y lo que a mi entender no debe ser dejado de lado ni invisibilizado, es la lucha de aquellas mujeres que entienden que por pertenecer a un espacio o comunidad deben relegar posiciones y mantenerse en el statu quo, mujeres que se interesan en la ciencia, la tecnología. Más importante aún, mujeres que consideran que su consentimiento, su voluntad y su identidad sexual, sus cuerpos son objeto de su persona, desconocerles aquello es desconocerles su más básicos derechos humanos. 

La lucha sigue, nunca se detiene, y se lucha por todas, todos y todes. No se relegan espacios y no se ocultan relatos por conveniencia, se lucha por los espacios para todas y cada una de las mujeres, para los lugares en los que cada una de ellas elijan estar, respetando identidades y tradiciones, pero condenando aquellas practicas que violentan a las mujeres, las reduce y les quita su identidad. La lucha es por todas y por todo. Por la tradición y por la elección, por la costumbre y por la innovación, por la voluntad y el consentimiento, por el respeto que cada una como persona merece.

Teniendo en cuenta esto, entonces estamos en condiciones de celebrar un Día de la Mujer sin hipocresías, ni verdades a medias. Recuerdo el lema de aquella histórica jornada donde se aprobó la IVE, será libre o no será, fácilmente podemos traspolarlo a estos tiempos, a este contexto. Las mujeres seremos libres, o no seremos.

Cuando todo esto dejen de ser palabras anecdóticas, análisis sociológicos y antropológicos, discursos de campaña, propaganda barata, cuando lleguemos al punto de que somos todas, y juntas, ahí, en ese hermoso mañana podemos celebrar el día de la Mujer. Mientras reflexionamos con el anhelo urgente de que las realidades cambien.

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