En el marco del país invitado de la FILBO seleccionamos 3 cuentos de autores reconocidos para pensar nuestra relación con el país vecino y las historias que nos conectan.
Una de las maneras más enriquecedoras de pensar la literatura es a través de las relaciones que puede tejer entre diferentes obras. Pensar ahora en la relación que tienen estas obras con la identidad colectiva de una nación, involucra reconocer un pasado común que a su vez establece una historia colectiva. La literatura es entonces un vehículo en el que esta historia colectiva se interpreta según sus autores y busca generar memoria sobre las múltiples facetas que podemos entender de un territorio. Así, revisemos estas obras cortas de tres autores fundamentales en el haber de Brasil.
Feliz año nuevo, Rubem Fonseca
Este autor nacido en Río de Janeiro cuenta con un estilo crudo. A partir de escenas sangrientas ejemplifica ese pasado violento que sigue perpetuando el discurso actual. En esta oportunidad, su cuento Feliz año nuevo cuenta desde la perspectiva de dos sicarios su proceder de modo rutinario. Desde las extorsiones hasta las atrocidades más crueles, Fonseca pone la reflexión en el lector, casi como si le recordara que escenas así ocurren y hacen parte de la definición de nación.
Al darle este sentido rutinario a la vida de quien se dedica a asesinar, el autor le da una perspectiva aún más aterradora en la que la monotonía de la crueldad hace que sea aún más atroz. Sin ahondar mucho en la historia de los personajes el develar su diario vivir desde esta noción de apropiación de los objetos y los cuerpos, hace que el texto carezca de esperanza y procura más una especie de denuncia. Relata un sentido de verdad en el que como lectores nos enfrentamos a ese instinto de observadores en que las descripciones cortas pero concretas develan a ese observador casi voyeur.
De esta manera, pensar en este relato desde un sentido de país se vuelve una idea trágica, casi como si siempre pudiéramos leer esto en una sección de noticias pero solo hasta verlo en la ficción creemos que podría ser cierto. Fonseca construye un relato que bien podría mezclarse en nuestras pesadillas, sus detalles y la manera en la que abandona la humanidad de los perpetradores habla también de Colombia. Desde el carácter de denuncia y por las diferentes manifestaciones que han sacudido el país pensamos entonces en cómo el lector debe volverse agente e incluso escritor para leer en voz alta el crimen y reconocerlo como un acto que hace parte de la realidad.
Silencio, Clarice Lispector
Aunque nacida en Ucrania, Clarice Lispector es una de las autoras más reconocidas de la literatura brasileña. Se autoconsideró muchas veces una muestra de un estilo “no estilo” y definitivamente Silencio es un cuento que ilustra a la perfección esto. Con un ritmo rápido y fluido pareciera que leyéramos un baile contemporáneo cargado de tantas emociones que no alcanzamos a digerir por completo. Entre unos instintos de lucha, esas voces de los niños y las naturaleza como elemento que permea la vida desde el interior de cada persona.
Silencio es un juego entre la prosa que quiere ser verso, pero que a su vez necesita de la prosa para enviar el mensaje que envía. En este marco conceptual del silencio, la montaña y la soledad, la imagen bucólica se vuelve fascinante al pensar en un no lugar que a su vez está repleto. El lector parece estar entonces en una especie de burbuja en la que puede verlo todo pero solo oír silencio y como lo comenta la autora “¿oíste el silencio de esta noche? El que lo escuchó, no lo dice”. Entre tantas perspectivas que podríamos interpretar de estas palabras, desde un contexto de nación quizá podemos plantearnos un espacio de denuncia cerca a Fonseca. Una visión clara que en las palabras de Lispector cambian del extremo explícito al juego de palabras que apela directamente a la conciencia sin el intermediario de la razón.
Pensar Colombia desde esta sensación es sin duda un ejercicio de reflexión, incluso no solamente de contemplar la atrocidad desde la periferia que no escucha sino también de sentir pertenencia a esa periferia. ¿Qué tanto somos de eso que observamos? y sobre todo ¿qué tanto merece una voz hacia la imagen o más bien hacia fuera para que el sonido no ensordezca? Además, el tono de la autora hace que no sea un cuestionamiento sino un reconocimiento como estas actitudes frente a la soledad, al territorio y hacia las dinámicas que allí surgen nos llevarán casi como una regla a esta actitud.
Causa de almirante, João Guimarães Rosa
En este último relato de Guimarães continuamos este viaje que va desde la denuncia voraz pasando por la prosa que apela al sentir de indolencia llegando ahora a la cotidianidad de quien sufre observando. Este autor clásico de la literatura brasileña proporciona en este cuento un discurso de navegante en el que busca darle cotidianidad ahora a esta nueva perspectiva del derrotado. En un relato ahora cargado de humanidad podemos observar la manera en la que el viaje se vuelve un motivo de nostalgia que a su vez abre paso a ciertos tintes de arrepentimiento.
“Había sido hombre de familia, merecedor de silencio, solo en el fastidio de vivir, sin aliento ni desgano”. Nuevamente este silencio pero ahora como un privilegio, como una seña de respeto ante la vida del marinero que abandona su familia y su pasado para adentrarse en esa inundación. Este símbolo del agua que establece el devenir en combinación con la inundación como lo inevitable conforman una imagen muy gráfica de la manera en la que se “habita” un espacio que está en inevitable y constante transformación. Ahora ante estas circunstancias no es posible adaptarse sino simplemente, como la labor del almirante, observar el próximo destino más estable y continuar fluyendo en las direcciones que involucren más certezas. Aun cuando esto siga llevando al mismo destino fatal, es una especie de dilatación de un destino inevitable.
Pensar a Colombia desde este cuento es en sí una incertidumbre, es analizar que tanto mar o que tanta inundación será necesaria para buscar ese destino estable. A su vez, la figura del almirante entra mucho en diálogo con los protagonistas del pasado más doloroso del país, ese desplazamiento que se motiva de una decisión forzada por habitar un nuevo espacio sin ningún tipo de barco que le pertenezca. En un viaje que no solo se puede ver alegórico sino casi literal, el cuento de Guimarães evoca también ciertas realidades y como lectores tal vez nos pone a pensar en la manera de contar esa historia de país a través de sus propios personajes. Es un llamado a priorizar esa voz ya presente que solo necesita escucharse y que para esto se debe ignorar el silencio.
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Si Lispector, Fonseca y Guimarães hablan de Brasil y nosotros pensamos en Colombia, es también para pensar que Colombia también habla de sí misma. Que esa visión externa que conjuga con un pasado colectivo se entremezcla con las obras colombianas que también hablan de estas realidades. Novelas como El día del odio de José Antonio Osorio dialogan con esta perspectiva de cuentos cortos desde una visión panorámica de nación. En esta obra se habita la ciudad, se conecta con el espacio pero sobre todo se le da vida a estos lugares a través de las historias de los personajes. Lo que al final supone el propósito de esa ficción que se inspira en la realidad para darle un norte al pasado.